Despierta, aunque sea un poco…aborda la barca que está en tu jardín. En ella encontrarás pilares, terremotos, escenarios enteros, fotografías, tijeras, emulsiones, caligrafías de eterno color, lámparas halógenas, copas neón, faldas amorfas, cascadas, campanillas, erosiones, orgasmos, barro, lápiz labial, sangre, mierda, cerezos, amantes, azul índigo y serpientes. Eres uno en millón, exaltado y poderoso, con ese pecho caliente con el que sueño, sin más. Una rusa llega con sombrero de los 20 ante el perro arollado, hipnotizando a todos los animales, que en tus ojos son como persianas hacia el olvido…eunucos de miedo y falsedad. Claro que encontraré la careta, con ejemplos de quiromancia, de colores olvidados por el tiempo y haré sublime mi marginación, mi perenigraje de sensaciones placenteras, mi obsesión por tu miembro magnífico, doscientos años de nacer una y otra vez, sobre el ardor de la arena seca.
Yo sé que me amas, porque el cerezo nos miró, osea the cranberrie saw ‘us. Yo paseaba sobre el león verde, cuando en una esquina te vi coqueteando con Agata Ruiz de La Prada, y ella vestía uno de esos horribles corazones gigantes en la frente. Entonces la amarré y la encerré en un tacón de cristal, sin olvidar que me mirabas, y me seguías mirando. Yo me sentía encantada, admirada de tu ser, prendada de esos ojos color muerte, y esas uñas rasgadas que amanaban láser turquesa sobre el pavimento de avena. Yo ahora estoy en mi campo, donde crecen violonchelos de colores…bueno, más que todo amarillos, que siguen al sol, y tocan Bach, pero también los hay negros que tocan The Cure y The Horrors, azules que tocan Joy Division…los hay blancos que tocan Björk, verdes que tocan Ella Fitzgerald, violeta que tocan Wagner…me dejaste porque no habían nacido los rojos, que era tu color favorito.
No hay más que esta unión de cerebros congelados para sentir, elegir moribundos para encerrarlos en la ignominia, rogar atención y servir al destierro. Tendré combinaciones virulentas de neurotoxinas en mi abdomen, para escribir como crótalo del desierto o como escorpión de las alturas. No hay elección posible en mis sueños, sino entrar en los tuyos. Me apoderaré de tus erecciones nocturnas, mis dientes quedarán clavados sobre tu tiempo, para paralizarlo, y envolverlo en un capullo de risa, del que quedarás humillado y abatido. No sé cuantos collares de caballos, me quedan…supongo que unos trece, no lo sé. Los custiodan mujeres medio sumergidas. Deseo no tener que esperar que sea viernes para escapar, y ser como quiero. No se cuantas horas tengo que esperar para despertar, pero ya me he tragado demasiados kilos de aguja de coser, hasta haber vomitado todas las entrañas licuadas que me quedaban. ¿Será que la cocaína la dará mejor sabor al arroz con pollo de mi madre? Mmm…probaré, pero no parece ser un condimento barato.
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